Giovanni Papini, poeta como él, florentino como él, dice que la vida exterior del Alighieri se puede contar en pocas páginas, pero si se quiere entender su alma y su obra, no basta toda una vida, y siempre queda algo nuevo para descubrir.
Y es así: son pocas las noticias absolutamente documentadas sobre su vida. No sabemos la fecha exacta de su nacimiento; sólo lo que nos cuenta él mismo en las obras:
“I’ fui nato e cresciuto/ sovra’ l bel fiume d’Arno alla gran villa” (“Yo nací y crecí sobre el bello río de Arno, en la gran villa” – Infierno, XXIII). Vio la luz en Florencia, bajo la feliz constelación de Géminis, en el mes de mayo de 1265: “ O gloriose stelle o lume pregno / di gran virtù, dal quale io riconosco / tutto qual che sia, il mio ingegno…” (“Oh gloriosas estrellas, lumbre henchida / de gran virtud, en la que reconozco / todo, sea cual fuere, el propio ingenio…” – Paraíso, XXII) , cuando la ciudad era aún el “bello ovile ov’io dormi’ agnello” (“bello aprisco en que dormí cordero” – Paraíso, XXV).
La primera de sus numerosas desgracias fue la de quedarse, siendo aún niño, huérfano de madre. El agudo deseo insatisfecho de sentir junto a él el amor de los padres lo acompañará toda la vida, como se transparenta de los versos de la Comedia , donde se hace llamar “hijo” por quienes ama y admira, sobretodo por Virgilio, su segundo guía en el viaje al más allá.
En lo que se refiere a su formación intelectual, parece que estudió con los franciscanos y los dominicos y, con juvenil disposición al arte, se interesó por el dibujo y la música.
A los nueve años conoció a Beatriz Portinari, y la volvió a ver a los dieciocho. De ella se enamoró tan profundamente que esto constituyó el hecho de mayor importancia tanto en su vida como en su obra. Por amor a la “angiola giovanissima ”, como él la llamaba, cambió su vida; después de su muerte, para su recuerdo, juró escribir sobre ella “cose mai scritte su donna alcuna” (“cosas nunca escritas sobre ninguna mujer” – Vita Nuova), y así lo hizo: la Comedia es la exaltación de Beatriz, beatificada y elevada a guía e intérprete de los misterios divinos, pero nunca privada de suave feminidad y maternal premura.
El otro amor de Dante fue Florencia; no amó ningún otro lugar sobre la tierra tan intensamente como amó Florencia; no había para él ciudad más hermosa que ésta, ni más querida; tanto más querida cuanto más la veía corromperse y despedazarse en luchas intestinas. Y este amor lo condujo al exilio: por desacuerdos con el Papa sobre el futuro de Florencia, fue condenado a abandonar su ciudad, y comenzaron así las tumultuosas peregrinaciones que sólo terminaron con la muerte, en Rávena, en 1321.
Éstos son los hechos exteriores de la vida del poeta, hechos que podemos encontrar en cualquier hombre. ¿Qué es, entonces, lo que hace de Dante un personaje universal e inmortal? Dante fue poeta, pero también filósofo, soldado, político, profeta, pecador, símbolo del Medioevo y al mismo tiempo, hombre moderno. Extraña y difícil amalgama desde donde brotará el torrente de su obra.
Como todo hombre tuvo sus pecados: él mismo confiesa, en la Comedia , de haberse extraviado en la selva oscura del mal, empujado por las tres fieras de la lujuria, de la soberbia y de la avaricia. Como todo hombre cantó, amó, sufrió, luchó; como en todo hombre se confunden en él el fuego y el estiércol: pero Dante supo quemar los elementos despreciables para hacer más resplandeciente la llama.
Como artista, atreviéndose a atravesar el Infierno y el Purgatorio, para entrar en el Paraíso, da vida y color a todo lo que el Medioevo tenía de grandioso, y es al mismo tiempo precursor de los nuevos tiempos: “contempla el universo en su proyección pretérita y futura, alaba el pasado para criticar el presente y delinear un ideal para el porvenir” ; y por esto es único entre los grandes creadores de arte.